Nuestro legado viviente "La declaración de los sobrevivientes"

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"La declaración de los sobrevivientes" fue leída por primera vez por el sobreviviente del Holocausto, el difunto Zvi Gil, de bendita memoria, en la ceremonia de clausura de una conferencia internacional celebrada en Yad Vashem sobre "El legado de los sobrevivientes del Holocausto: Implicaciones morales y éticas para la humanidad". Dicha ceremonia tuvo lugar en el Valle de las Comunidades de Yad Vashem, el 11 de abril de 2002.

Para conmemorar el 80º aniversario de la conclusión de la Shoá, la presidencia israelí de la Alianza Internacional para el Recuerdo del Holocausto (IHRA) ha iniciado una campaña mundial para renovar el compromiso con el mensaje y los principios de "La declaración de los sobrevivientes."

Se insta a las personas de conciencia de todo el mundo a honrar la memoria de las víctimas, sobrevivientes y rescatadores del Holocausto expresando su identificación con esta declaración.

La era de los sobrevivientes del Holocausto se acerca a su fin.
Pronto, ya no quedará nadie que pueda decir: "Yo estuve allí, lo vi, recuerdo lo que ocurrió."
Permanecerá una vasta documentación: investigaciones, enseñanzas, fotografías, películas y abundantes testimonios.
Este será el comienzo de una nueva era.

 

La oscura herencia de la Shoá, que quedó grabada de forma imborrable en las almas y corazones de los sobrevivientes, pasará a ser una misión sagrada que incumbe a toda la humanidad.

En la primavera de 1945, el gran estruendo de la Segunda Guerra Mundial fue apagado.
En el inquietante silencio que siguió, nosotros, los últimos vestigios del Holocausto, emergimos de los campos, los bosques y las marchas de la muerte.
Estábamos desgastados, amargados y huérfanos, sin amigos ni familiares, y sin un hogar.
Nos preguntábamos en lo profundo del corazón si, después de los guetos, las deportaciones y Auschwitz, aún seríamos capaces de reavivar una chispa de vida dentro de nosotros.
¿Podríamos volver a trabajar? ¿A amar? ¿Nos atreveríamos a formar una familia otra vez?

No, no nos convertimos en bestias salvajes, hambrientas únicamente de venganza.
Esto es un testimonio de los principios que sostenemos como pueblo con fe persistente en el ser humano y en la providencia.
Elegimos la vida.
Elegimos reconstruir nuestras vidas, unirnos a la lucha por el establecimiento del Estado de Israel y aportar a la sociedad de Israel, de muchos otros países y de toda la humanidad.

La mayoría de los sobrevivientes del Holocausto llegaron a Israel, el Estado judío.
Para ellos, fue una necesidad existencial que surgió del propio Holocausto.
Las bases del Estado de Israel comprenden no solo la memoria de los seis millones de nuestros hermanos asesinados, sino también una lección histórica fundamental de la Shoá: el Holocausto no debe repetirse jamás.

Desde entonces, nos hemos atrevido a confrontar las preguntas más resonantes y perplejas en torno a la Shoá:
¿Por qué, y con qué fin, se cometió ese horror?
¿Por qué y para qué los alemanes señalaron a los judíos como una amenaza para toda la humanidad que debía ser aniquilada?
¿Cómo fue posible que, desde el seno de la nación alemana, que dio grandes artistas, pensadores y maestros de la ética, surgieran los asesinos que diseñaron y ejecutaron esta maquinaria de exterminio sin precedentes?

Los sobrevivientes formamos un grupo diverso, con múltiples visiones, convicciones y creencias.
Pero compartimos un deseo profundo: transmitir a las generaciones futuras aquello que vivimos y lo que aprendimos en esa época oscura, antes de despedirnos de esta vida que nos mostró tanta amargura.
Es desde aquí, desde Har HaZikarón —el Monte del Recuerdo—, desde Yad Vashem en Jerusalén, que nosotros, los sobrevivientes, elegimos contar nuestra historia.
Y es ahora que alzamos nuestras voces, tanto individuales como colectivas.

En la tradición judía, el mandato de recordar es absoluto.
No se limita a un acto mental: debe estar arraigado en el compromiso moral.
Hoy, quienes llevamos la memoria grabada en el corazón y marcada en la piel, nos reunimos para pasar la antorcha a la próxima generación.
Les transmitimos también el siguiente mensaje: la memoria debe convertirse en acción ética.
Esta debe ser la base y la fuente de energía que impulse la construcción de un mundo mejor.

"¡No matarás!"
Este principio esencial de la moral humana fue dado a toda la humanidad en el Monte Sinaí.
La memoria del asesinato de seis millones de judíos por parte de los nazis y sus colaboradores nos obliga a observar este mandato supremo.
La vida es un obsequio sagrado que no debemos arrebatar a otro, pues todos fuimos creados a imagen de Dios .
Del legado de la Shoá se desprende nuestro deber de preservar con firmeza la vida humana, evitando a toda costa el derramamiento de sangre innecesario.

Nosotros, cuya dignidad fue reducida a polvo, y que hablamos en nombre de quienes fueron condenados a la humillación seguida del asesinato, hacemos un llamado a la humanidad a unirse en torno a los principios de los derechos humanos y la igualdad, sin distinción de religión, raza, estatus social o género.
El despotismo tiránico, la opresión política o religiosa, y la privación económica que socavan la dignidad humana de personas y comunidades, deben ser considerados por toda la humanidad como pecados graves e intolerables.

No existe otra alternativa a la convivencia entre personas y naciones.
Debe hacerse todo lo posible para resolver las diferencias, no mediante el derramamiento de sangre, sino a través del diálogo y la mediación —en el Medio Oriente y en todo el mundo.

El antisemitismo y todas las demás formas de racismo representan un peligro no solo para los judíos, sino para todo el mundo. Estas ocultan tendencias que podrían conducir a nuevos genocidios.
Actualmente, el "nuevo antisemitismo" está dirigido de manera simultánea y sinónima contra los judíos, contra Israel y contra el sionismo.
El Holocausto le mostró al mundo el alcance del poder devastador del antisemitismo y del racismo.
La negación, distorsión, minimización y banalización de la Shoá son el medio para soslayar las lecciones que surgen de ella para el futuro.
Nosotros, los sobrevivientes, hacemos un llamado al mundo a erradicar estos fenómenos y combatirlos con determinación. 

La memoria del Holocausto está impregnada de destrucción, maldad y crueldad, y amenaza a todos y a cada uno de los valores humanos.
Sin embargo, nosotros, quienes transitamos por el valle de la muerte, quienes fuimos testigos de la destrucción de nuestras familias, nuestras comunidades y nuestra nación, no descendimos al abatimiento ni a la desesperanza. No perdimos la fe en la humanidad ni en su imagen divina.
Por el contrario, deseamos extraer de ese horror un mensaje positivo para nuestro pueblo y para el mundo: un mensaje de compromiso con los valores humanos y con la humanidad misma.

La Shoá, que estableció el punto de referencia del mal absoluto, es el patrimonio universal de toda persona civilizada.
Las lecciones del Holocausto deben convertirse en un código cultural para la enseñanza de los valores humanos, la democracia, los derechos humanos y la tolerancia, así como para contrarrestar el racismo y las ideologías totalitarias.

Desde el Monte del Recuerdo en Jerusalén, resuena el antiguo proverbio del rabino Hillel:
"No hagas a tu prójimo lo que no quieres que te hagan a ti."

Este es nuestro mensaje a la humanidad.
Este es nuestro legado para las generaciones venideras.